Sufren desde siglos la doble marginación de ser mujeres y indígenas, pero no se dan por vencidas. Son las indias guaranís, que en medio de la injusticia alzan la voz en defensa de su identidad como pueblo. Viven en el departamento de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) y han conseguido organizarse para luchar contra la pobreza. La estrategia: comercializar sus trabajos artesanales sin intermediarios. El objetivo: mantener viva la identidad de su pueblo sin pasar hambre.

“Yepoept- corepoti noive” significa hacer negocios en lengua guaraní. Tres palabras que han conseguido sacar a la mujer del silencio y que su voz se escuche, con respeto, en las Asambleas Comunales, organismos similares a los Ayuntamientos. “Nos hemos organizado para luchar contra la pobreza – afirma Mireya Coromeya, guaraní el pueblo de Ava-. Viendo la necesidad que existe en nuestras familias mientras nosotras no podemos hacer nada. De ahí surgió la idea de vender lo que desde siempre hemos hechos, nuestros trabajos artesanales”. Ángela con cinco hijos y a la espera del sexto lleva tejiendo tapices desde los nueve años. “Cada tapiz cuenta una historia, no siempre ha de ser relevante. A veces son simplemente cosas cotidianas”.

El pueblo guaraní se diferencia de otros grupos indígenas, como los guariaos, por sus tejidos. Estos son muchos más elaborados y tienen ciertos símbolos como el rombo que forman la peculiar estrella guaraní; la Kara Karapepo Blonda, que dibuja el recorrido de un río, el Parapeto. La economía ha estado siempre en manos de los hombres que durante siglos han sembrado la tierra de frijol, yuca, maíz, arroz etc…” Pero en la actualidad el trabajo del campo -dice- Justa Cabrera, presidenta del Centro de Arte y Cultura Guaraní- ya no da para mantener a toda la familia. Así que de ahí, de la necesidad, salio la idea de aportar nuestro trabajo”.

El centro de Arte y Cultura Guaraní dirigido solo por las mujeres comercializa los trabajos artesanales que ellas mismas realizan. “Ahora ya empezamos a admitir mascaras y sillas que hacen algunos de nuestros hombres, pero siempre y cuando ellos acepten que nosotras llevamos el negocio. A cambio les pagamos muy bien por sus productos”, apunta riendo Justa. “No son un grupo feminista- dice Viki Millar cooperante de l’Asociación de Ayuda a la Infancia Desfavorecida. Menuts del Món.- simplemente ellas han entendido que tienen que colaborar en la economía familiar y han creado su propio negocio.

Al principio algunas voluntarias internacionales, entre ellas valencianas, les ayudamos a formar equipo y trabajar juntas. Pero se lo han trabajado ellas solas y gracias algunas aportaciones generosas han podido llevar adelante este proyecto . Y otros como crear crear escuelas bilingües en lengua guaraní y castellano. “Queremos- dice Mireya Coromeya- que nuestros hijos se sientan orgullosos de ser quienes son: indígenas guaraní. Nuestro deseo como mujeres y madres es crear riqueza para recuperar la identidad y el orgullo de nuestro pueblo. Es la mejor herencia que podemos darles a los nuestros”.

Los guaraní no piden la autonomía al estilo de las independentistas que se oyen en Santa Cruz, de la Sierra , solo quieren respecto como pueblo ancestral y único que trabaja y vive en el oriente Boliviano mucho antes de la llegada del hombre blanco. “Ahora estamos en paz, nos sentimos cercanos a comunidades amigas y colaboradoras como la valenciana que desde la otra parte del gran océano Atlántico nos ayudan a no desaparecer. Eso nos hermana” – manifiesta Justa Cabrera.

La mayoría de guaranís no están censados viven en comunidades o pueblos de la provincia de Santa Cruz .Se rigen por sus propias leyes, y mantienen sus ritos, creencias y tradiciones. Ahora, ,por primera vez en la historia de su pueblo ellas, las mujeres, han conseguido con su esfuerzo ganarse el derecho a que su opinión se escuche en los órganos de decisión. Ha sido gracias a su trabajo, a su labor conjunta en pro de mantener con vida su identidad. “Nandereko Nomai “, nuestra cultura siempre, esa es su voz y sus herramientas el trabajo y la colaboración desinteresada de otras comunidades, como la Valenciana , que les ayudan a seguir existiendo.

 

Texto: Esther Roig
Fotos: Viki Miller