De M. Rivera Carretes leemos, “Las mujeres estamos en la historia humana; no estamos, o estamos, inadecuadamente, en la historia social. Cuando se cree que toda historia es social, las mujeres salimos en ella desvirtuadas, unas veces porque se escribe historia de lo que no pudimos hacer –lo cual no es historia sino ficción o, si acaso, historia de los hombres y sus prohibiciones-; otras veces porque lo que hacemos no encaja en el campo que significa bien la palabra social.
La historia social necesita contenerse, dejar de desbordarse, para que aflore la historia humana. No porque lo social y lo humano sean incompatibles entre sí, no porque formen, tampoco, una oposición binaria o antinomia del pensamiento; sino porque la violencia de lo social ha herido y acallado la raíz de lo humano: raíz que es la relación sin más, la relación sin fin, la relación por el gusto de estar en relación. Una práctica histórica y política – la práctica de la relación no instrumental- que Lia Cigarini considera que ha sido el hallazgo más original del movimiento político de las mujeres de la segunda mitad del siglo XX”.